domingo, 14 de septiembre de 2008

Itinerario 5: ITINERARIO DE ACOMPAÑAMIENTO MONTFORTIANO DESDE LA CARTA CIRCULAR A LOS AMIGOS DE LA CRUZ

Por: P. Flower Mosquera, smm




Un itinerario a seguir

Vivimos, en un mundo en donde no se asumen compromisos de larga du
ración, se pasa de una experiencia a otra, sin ahondar en ninguna de ellas. En un mundo así en el que todo es fácil y no hay lugar para el sacrificio, ni para la renuncia, ni para otros valores, todo esto, tiende a desembocar en una mentalidad permisiva y facilista. La satisfacción inmediata esquiva todo aquello que exige constancia, abnegación y renuncia. Una formación que permite todos los gustos y satisfacciones, evite los conflictos, trate a toda costa de obviar lo desagradable, difícil y costoso, no estaría generando las actitudes necesarias para enfrentar las cruces de la vida.

Montfort nos dice que es imposible, seguir a Jesucristo y unirse a él sin unirse a la Cruz; imposible trabajar con Él en la salvación del mundo sin compartir su Cruz. La Cruz está profundamente asociada con la mortificación y la lucha ascética; la abnegación y el anonadamiento, que se transforman en triunfo y exaltación. Al describir los padecimientos de Cristo, Montfort subraya la causa o sentido de los mismos: el amor a los hombres. Por ellos camina hacia la cruz, se desposa con la cruz (ASE 170), se clava en la cruz (ASE 172). La frase: “Jamás Jesús sin la cruz ni la cruz sin Jesús” (ASE 172) expresa en forma significativa esa solidaridad. Dios llegando en Jesucristo a todo hombre que sufre y carga con su cruz, le ofrece la posibilidad de hacer frente a la prueba y, de humanizar la vida en el crisol mismo del sufrimiento.

El P. De Montfort no quiere que perdamos la oportunidad de entrar en la profundidad del misterio de la cruz. No se trata de buscar la cruz como cruz, sino la cruz como Sabiduría; porque la Sabiduría es la Cruz y la Cruz es la Sabiduría (ASE 180): la cruz asumida en el amor es sabiduría, es entrar en el movimiento redentor de la Sabiduría ( Jn 13,1). Dios no se guardó su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros (ver Rm 8,32.39; Jn 3,16) para reconciliar al mundo en él (ver 2 Co 5,18-19): es así como «por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte que, fuera del Evangelio, nos envuelve en absoluta oscuridad» (GS 22).

En Montfort, el itinerario de la cruz y el de la encarnación pueden ser contemplados alternativamente como el gran misterio de Cristo salvador del hombre. Al optar por la encarnación, el Verbo optó de una manera libre y por un estado de sufrimiento, y se ubicó voluntariamente en un estado de cruz. Dios escogió la cruz para salvar al hombre. En este sentido, la espiritualidad de la cruz en san Luís María de Montfort se comprende a partir del mensaje evangélico que él tanto proclamó: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo» (Lc 9,23 //Mt 16,24; AC 13).


Camino de perfección cristiana:

1. Aspirar a la santidad: "el que quiera venirse conmigo"

Montfort nos dice que el que quiera aspirar a la santidad debe manifestar una profunda voluntad y libertad interior. Sin voluntad y libertad interior no hay “compromiso válido”.Para ser libre hay que hacer un camino de liberación personal de todo cuanto nos ata interiormente. Personas liberadas de sus propios apegos, dependencias y condicionamientos son las que están en condiciones de enfrentar las dificultades y tentaciones que se les presentarán en el futuro y de descartar tantas propuestas fáciles que les hace la sociedad de consumo.

Para esto, es necesario, una actitud firme, sincera y resuelta, para sacrificarlo todo, emprenderlo todo y padecerlo todo por Jesucristo. Seguir a Jesús significa muchas veces no sólo dejar las ocupaciones y romper los lazos que hay en el mundo, sino también distanciarse de la agitación en que se encuentra. No todos son capaces de hacer esa ruptura radical. Por esto, la primera tierra que hay que pisar es la tierra sagrada de la propia historia. Conocernos. Conocer nuestras fortalezas y nuestras limitaciones; aprender a reconocer la multitud de voces que nos llegan de dentro; saber poner nombre a lo que sentimos e ir desarrollando la capacidad de discernir e integrar la vocación a la cual el Señor nos llama.

2. en dominarse: "que se niegue a si mismo"

El “negarse a sí mismo” hace referencia a las exigencias del bautismo y al contrato de alianza con Dios. En el acompañamiento, la perseverancia tiene mucho que ver con la capacidad de vaciarse o de renunciar, de negarse a sí mismo. Vale decir: el narcisismo es la antítesis de lo que se necesita para una entrega de sí hasta el final, hasta dar la vida. Aquí nos enfrentamos con una de las características más propias de la cultura postmoderna: el narcisismo y el subjetivismo. El narcisismo y subjetivismo - que nos centran en nosotros mismos y hacen del propio y pequeño “ego” el criterio último de todo - impiden llegar hasta dar la vida por algo que caiga fuera del propio interés. Si no se acepta cordialmente y si no se vive bien esta “renuncia a sí mismo”, no se puede “tomar la cruz”. Por algo Jesús asocia siempre las dos cosas ( Mateo 16, 24 ).

El que “renuncia a sí mismo”, se despoja del «hombre viejo», (VD 221) muriendo a sí mismo todos los días (VD 81) por la práctica valerosa de la «mortificación universal y continua” (ASE 196). Renunciar a sí mismo es sobre todo, renunciar al amor propio, y no enorgullecerse de las cruces que carga (AC 48) ni lamentarse de las tentaciones o de las caídas (AC 46). Más aún, Cristo asocia progresivamente al cristiano a su propia cruz de múltiples maneras: dolores, enfermedades, penas espirituales, sequedades, incomprensión de los parientes y de los amigos. (ver AC 18).

En la formación el gran riesgo, la gran tentación, es estar lleno de sí mismo. De allí que sea importante en todas las etapas de formación tener una profunda experiencia comunitaria, tener contacto con el mundo a través de experiencias fuertes de servicio social y pastoral que oriente a los jóvenes a descentrarse del “pequeño ego”, para centrarse en Dios y en su Reino. Jesús vino a servir y dar la vida. Vivió sirviendo. Murió ofreciendo su vida, entregándola libremente. Vivió y murió sin resentimientos ni amarguras. Su talante reflejó la paz, la serenidad y la alegría que tenía en el fondo del corazón.

Con todo, es necesario una cierta ascesis y un cierto autodominio. Esta ascesis nos capacita para la solidaridad: la abstención y dominio de nuestros deseos nos permite escuchar los deseos de los demás. La ascesis nos da libertad para no ser dependientes de las cosas y vivir con lo esencial. Cuanto más vivimos en Dios, menos somos nosotros el centro y menos necesitamos las cosas y más receptivos estamos a los demás. Si nos descentramos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, Él, entonces, nos da un tiempo nuevo en el que todo es posible.

3. en padecer: "que cargue con su cruz"

Montfort nos dice que padecer por padecer no tiene sentido. Lo importante es caminar en pos de Jesucristo, cargar la cruz como él llevó la suya. Para Montfort la «cruz» significa todo lo que se desprende de la opción por Cristo, escribe a su hermana Guyonne Jeanne: “ Si conocieras en detalle mis cruces y humillaciones, dudo que tuvieras tantas ansias de verme. En efecto, no puedo llegar a ninguna parte sin hacer partícipes de mi cruz a mis mejores amigos, frecuentemente a pesar mío y a pesar suyo. Todo el que se declara en mi favor, tiene que sufrir por ello [...]. Siempre alerta, siempre sobre espinas, siempre sobre guijarros afilados, me encuentro como una pelota en juego: tan pronto como la arrojan de un lado, ya la rechazan del otro, golpeándola con violencia.” (C 26).

Para san Luís María de Montfort, la cruz voluntaria más preciosa y dichosa de todas, es la pobreza voluntaria. Esta pobreza de espíritu, un anonadamiento total, es la finalidad de la consagración. Ella está a la base también de la insistencia de Montfort sobre la virtud de la obediencia. El orgullo, el amor de sí mismo, la soberbia son ejemplos de riqueza diabólica que impide la obediencia. El espíritu de pobreza exige también una preocupación personal por los pobres que son Jesucristo mismo. El amor de los pobres, la identificación con los sin techo caracterizarán la vida de san Luís María de Montfort y una gran insistencia en su espiritualidad, que resulta de su amor por la Sabiduría, Jesús crucificado.
Montfort nos dice, que el amor al Crucificado nos abre a los dones del Espíritu Santo: “ ya saben que son templos vivos del Espíritu Santo, y que como piedras vivas, han de ser construidos por el Dios del amor en el templo de la Jerusalén celestial. Pues bien, dispónganse para ser tallados, cortados y cincelados por el martillo de la Cruz. De otro modo, permanecerían como piedras toscas, que no sirven para nada, que se desprecian y se arrojan fuera. ¡Guárdense de resistir al martillo que los golpea! ¡Cuidado con oponerse al cincel que los talla y a la mano que los pule! Es posible que ese hábil y amoroso arquitecto quiera hacer de ustedes una de las piedras principales de su edificio eterno, y una de las figuras más hermosas de su reino celestial. Déjenle actuar en ustedes: él los ama, sabe lo que hace, tiene experiencia, cada uno de sus golpes son acertados y amorosos, nunca los da en falso, a no ser que su falta de paciencia los haga inútiles”
[1] . Esto quiere decir, que el que se proponga vivir la propuesta del evangelio no le faltarán las dificultades, cruces, incomprensiones y, persecuciones en lo cotidiano de la vida: “Aprovechen los pequeños sufrimientos más que de los grandes... Si se diera el caso de que pudiéramos elegir nuestras cruces, optemos por las más pequeñas y carentes de brillo, frente a otras más grandes y llamativas”[2].

4. en comprometerse con Jesucristo: "y me siga".

En el acompañamiento hay que ayudar a que el formando discierna si de verdad la persona de Jesucristo es su tesoro. Jesucristo con todo lo que Él es: su palabra, su mensaje, su causa, su Reino, sus pobres... Si puede llegar a afirmar que Él puede llenar sus necesidades afectivas. Que sólo Dios basta. En este sentido, Montfort insiste en la necesidad de un auténtico deseo de ser un discípulo del Señor crucificado: «existe una multitud de insensatos y perezosos que tienen millares de deseos, o mejor, de veleidades por el bien, que no les impelen apartarse del pecado ni hacerse violencia, y por lo mismo, son ineficaces y engañosos, matan y conducen a la condenación» (ASE 182). La distinción entre el deseo y la veleidad es clara. Si deseamos ardientemente estar unidos a Cristo, deseamos también ardientemente tomar todos los medios necesarios para lograr este objetivo. En consecuencia, “los que son del Mesías, la Sabiduría encarnada, han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos (Gal 5,24), llevan ahora y siempre en su persona la muerte de Jesús, se hacen violencia continuamente, llevan su cruz todos los días.” (ASE 194). Aún más: ya que Dios nos ha dado todo su ser dándonos a Jesús, nuestra correspondencia debe ser también un abandono total y amoroso: “La Sabiduría exige para comunicarse una mortificación universal y continua, valerosa y discreta. No se contenta con una mortificación a medias y de pocos días” (ASE 196).

Es necesario, por tanto, formarnos y formar para despertar en nosotros mismos y en los demás la pasión, el ardor por Cristo y por la humanidad. La formación monfortiana debe desembocar en un compromiso existencial (pasión) por la humanidad, particularmente por la "humanidad crucificada", por los pequeños, los pobres, los que sufren, los excluidos y los más necesitados, como lugares en los que somos llamados a contemplar el rostro viviente de Cristo. En la medida en que la Iglesia, por su enseñanza y el testimonio de los cristianos, se coloca deliberadamente al lado de los pobres, da nuevo vigor al mensaje de la cruz, para ella misma y para el mundo. Una devoción a la cruz que llegara a replegar al cristiano sobre sí mismo sería siempre una relación mutilada o falsa. Por el contrario, la devoción al crucificado que nos abre a la miseria humana y suscita el compromiso social y político como manifestación de la presencia actual de Cristo salvador y liberador en el corazón de la miseria le devuelve su sentido a la cruz de Jesús sobre el mundo.

La cruz: camino en el acompañamiento montfortiano

En la formación deberíamos preguntarnos si hemos cultivado y descubierto la felicidad de ser sencillos y austeros, de “necesitar de poco”, de contentarnos con lo necesario, de sentirnos liberados de tantos condicionamientos y necesidades artificiales. Si los medios que utilizamos son sencillos. Si el contexto en el que vivimos y la gente con la que nos relacionamos es pobre, sencilla, austera. La capacidad de sacrificio y de perseverar en lo arduo y difícil tiene mucho que ver con el amor. Con la capacidad de amar y con el amor concreto que se tenga por alguien. Pablo decía: “el amor todo lo soporta”, (1 Cor 13,7). El amor permite perseverar en el esfuerzo sin amarguras, con alegría, y a la vez despierta una capacidad de aguantar y de hacer esfuerzos (una resistencia) insospechada.

En el proceso formativo, Jesús mismo invita a sus discípulos a cargar la cruz y nunca disimula las exigencias de su seguimiento. La posibilidad de sucumbir bajo su peso y de abandonar el camino está siempre presente. Se nos pide una perseverancia que al mismo tiempo es un don. Aunque parezca extraño y paradójico hay una felicidad, una alegría asociada a este “mantenerse firmes” hasta el final. El esfuerzo, empeño y sacrificio que estemos dispuestos a hacer para conseguir algo estará en relación con la claridad de las motivaciones. Sabemos bien que éste es un trabajo de nunca acabar. Siempre debemos estar profundizando y purificando nuestras motivaciones. Pero es su autenticidad y profundidad la que, posibilita que sigamos adelante o no.

La formación debe llevar a descubrir la alegría que brota de la entrega generosa y desinteresada; del servicio humilde y gratuito. En este descubrimiento está el secreto de poder ser feliz mientras se hacen cosas que cuestan, que exigen sacrificios. Este servicio no debe estar motivado por lo que se pueda recibir a cambio: sea dinero, reconocimiento, cariño, aceptación. Debe ser un servicio hecho por amor. La alegría personal radica en el bien del otro, en ver felices a los demás. En el acompañamiento debe hacerse la experiencia de que es verdad lo que dijo el Señor: “hay más felicidad en dar que en recibir”, ( Hechos 20,35 ); y que “Dios ama al que da con alegría”, ( 2 Cor 9,7 ).

En la formación también debe experimentarse que la propia vida es fecunda, que la entrega tiene sentido, la misión vale la pena, que nuestra consagración ofrece múltiples cauces para sembrar el bien, la justicia y la paz, para anunciar a Jesucristo como portador de sentido para la vida de tantos y tantas...


Ya desde la formación inicial debe experimentarse que la relación personal con Jesús produce “vida en abundancia” en cada uno de nosotros; y que anunciar y hacer presente a Jesús es ofrecer y sembrar “vida en abundancia” donde estemos y por donde pasemos, hagamos lo que hagamos. Aún en las etapas de más desierto y soledad se debe experimentar el valor “apostólico” de la oración y el sentido redentor de las cosas más sencillas y cotidianas. Lo que permitirá que se hagan todas las renuncias que sean necesarias, y se hagan con alegría, es haber descubierto que el propio tesoro es Dios. Nadie será feliz por el mero hecho de renunciar a algo, sobre todo cuando lo que se deja es algo bueno y valioso. La felicidad resulta de haber descubierto el tesoro: “El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y, de tanta alegría, vende todo lo que tiene para comprar el campo”, ( Mateo 13,44 ).

Por último, el factor que nos permite permanecer firmes y alegres en medio de las dificultades, aquello que hace que perseveremos con paciencia en medio de las pruebas y/o de la rutina de la vida, el secreto que nos permite ser fieles a los compromisos públicamente asumidos aunque nos toque experimentar la cruz, es la relación personal con Jesucristo. Sólo un vínculo estrecho y afectivo con Él, experimentar que nuestra vida se transforma cada día más en Él y cultivar una relación de “enamoramiento” con Él puede ser la fuente de una resistencia o aguante que humanice. Me atrevo a decir que cualquier otra motivación para perseverar, separada de este tipo de vínculo con Jesús, es puro voluntarismo; esconde el miedo a perder las seguridades que brinda la comunidad; deriva de una falta de libertad interior para comenzar de nuevo.


La cruz: camino de acompañamiento Montfortiano:

Reflexión 1:

* Poner a los jóvenes a discernir ¿cuál es su cruz más profunda?
* ¿Con qué actitudes he asumido la Cruz? Rechazo, gusto, carga, fortaleza…
* ¿Cómo cada uno ha podido ir superando las crisis que le tocó vivir a lo largo de la vida?. ¿En qué me apoyé?, ¿Qué aspecto me salvó?, ¿Qué me hizo reaccionar?, ¿ Qué movió en mí alguna persona o situación y me ayudó a salir?, ¿Qué se movió en mí para que yo saliera de la situación difícil?.
* ¿Qué es lo que yo siento frente a tantas crisis y abandonos en el seguimiento de Cristo? ¿Cómo me sitúo frente a ello? Tratar de sacar los sentimientos, preguntas, dudas, miedos... que suscita en cada uno este hecho.


Reflexión 2:

Ø Destacar cuál ha sido el texto bíblico que más me ha ayudado en mi proceso formativo en cuanto a fidelidad, me ha aportado luz en los momentos difíciles y me ha ayudado a encontrar tanto consuelo como elementos para interpretar las crisis que me ha tocado vivir?

Ø ¿Qué es lo que más me ha ayudado a formar para la perseverancia? Experiencias, situaciones, herramientas, etc.

Ø ¿Qué me ha ayudado a ser feliz en medio de la persecución, del dolor, de la rutina y de las incomprensiones? Personas, situaciones, Instrumentos, etc.

Ø Describir cuáles son los elementos ( medios, herramientas ) en nuestra cultura, que favorecen una fidelidad gozosa y creativa?

Ø ¿Cuáles han sido las experiencias que te han ayudado a armonizar bien en tu vida “felicidad” y “sacrificio” (cruz, dolor, frustración...)? ¿Cómo ha sido? ¿Podrías compartirlo? ¿Qué te ayudó a hacerlo?

Ø ¿Cómo he abrazado, mis propias limitaciones como una forma de unirme a la cruz de Cristo?

Ø ¿Hay algún cambio que Cristo quiera en mi vida y que en conciencia deba hacer, pero no lo hago por miedo al sacrificio? ¿Estoy dispuesto a hacerlo?



NOTAS
[1] San Luís María de Montfort, “libro de oro” de la espiritualidad montfortiana AC, Bogotá 1997, Pág. 173 num. 28.
[2] San Luís María de Montfort, “libro de oro” de la espiritualidad montfortiana AC, Bogotá 1997, Pág. 1184 num. 49.

Itinerario 4: ITINERARIO INTERIOR CON MARÍA EN EL TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN



ITINERARIO INTERIOR CON MARÍA EN EL TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN
Por:
Edinson Orlando Herrera B., smm

EL CAMINO INTERIOR DE CONSAGRACIÓN


VD. 119 Dado que lo esencial de esta devoción consiste en el interior que ella debe formar, no será igualmente comprendida por todos: algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, sin pasar de ahí: será el mayor número; otros, en número reducido, penetrarán en lo interior de la misma, pero se quedarán en el primer grado. ¿Quién subirá al segundo? ¿Quién llegará hasta el tercero? ¿Quién, finalmente, permanecerá en él habitualmente? Sólo aquel a quien el Espíritu Santo de Jesucristo revele este secreto y lo conduzca por sí mismo para hacerlo avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, hasta transformarlo en Jesucristo y llevarlo a la plenitud de su madurez sobre la tierra y perfección de su gloria en el cielo.


En la búsqueda de pistas para el acompañamiento montfortiano es cierto que nos encontramos con diversos itinerarios propuestos por San Luis en su experiencia y cultivo espiritual; entre ellos, encontramos este (VD 119) acerca de la consagración total en clave interior.


Aquí, nuestro fundador apela a la búsqueda de lo esencial en el proceso de todo cristiano de pertenecer voluntariamente a Jesucristo, Rey y Señor de la vida misma por manos de María santísima (Cfr. VD 1): configurarse con Cristo Jesús. Por ello, una vez comprendido el necesario papel de María en la experiencia personal cristiana (primer momento del itinerario con María), se hace útil encontrar el fundamento para una devoción práctica de perfección que encamine a cada ser humano hacia Dios y que a su vez es parte de un camino de acompañamiento propio nuestro.


El interior que ella debe formar. El ser humano no es sólo una expresión externa, es también expresión de lo que abunda en su corazón (Ver Mt 12, 34b). En consecuencia, en el proceso de encuentro con Dios, de desarrollo pleno de la humanidad del ser humano, lo que se forma es el interior de cada ser humano, el lugar en que los secretos maravillosos de la Cruz, de la Sabiduría se revelan a los preferidos (Ver ASE 174), a los que están desapegados del mundo, libres (Ver ASE 195; SA 7-8. 11-12; VD 169), en cuanto hombres capaces de vivir desligados de los bienes del mundo tanto materiales como espirituales (Ver también ASE 197). La vida interior comienza así por el conocimiento cada vez mayor y conciente de sí mismo. San Luis, desde aquí, pone las bases para una actitud real de conversión y de deseo de alcanzar la perfección del Padre del cielo en Jesús. El interior, es aquello que Dios conoce del ser humano (Cfr. Mt 6, 4-6. 17-18), y aunque sea tan secreto, nada se librará de ser revelado (Ver Mc 4, 22 y par) y, por ello, será juzgado por Dios según el Evangelio que al hombre se le predica (Cfr. Rm 2, 16). Es decir, que al acercarnos a acompañar el camino del hombre que conoce y sabe algo de Dios, del papel de María en su vida, será necesario hacer un viaje conciente hacia el interior de sí mismo, pues es ahí donde se oculta la miseria y realidad profunda, que a veces le impide la libertad en su vida ante los demás en cada hombre y mujer, así como la materia en bruto del camino hacia la plena madurez. Para este trabajo de conocimiento interior hay diversas técnicas o ayudas que San Luis da, y la sicología aporta; es importante no absolutizar ninguna como definitiva, ni “casarse” con determinado método.



Pues bien, el interior del ser humano entonces es el lugar privilegiado para la libertad plena en Dios, de su humanidad misma, es el lugar privilegiado en el que Dios habita desde el principio –en concreto desde el bautismo–, el lugar donde surge la capacidad humana de realizarse y asumir una actitud constructiva y cristiana ante su vida, sus situaciones, su realidad, para luego lanzarse a asumirla y vivirla en plenitud. El acompañamiento perfecto, como la devoción perfecta, está encaminado al interior que él debe formar.



Por ello, el acompañamiento debe incluir el retiro y la oración como parte fundamental del hombre en el cultivo de su vida interior, de donde proviene su gloria real, como en María (Ver VD 11. 196) y donde se va realizando verdaderamente la obra de la perfección (VD 196). Vale la pena entonces amar y hacer amar la vida interior[1], el lugar en que Dios habita y nos fortalece y nos va humanizando, conduciendo hacia él. Dios mismo, que allí habita da la intuición e inspiración correcta al ser humano en su cotidianidad. Desde aquí, De Fiores, tiene razón al expresar en las conclusiones de su tesis[2] que “la devoción a María es vista por Montfort como un descentrarse de sí mismo y como camino dinámico hacia Cristo y hacia la experiencia de la filiación divina.” Más adelante se ampliarán las características de esta devoción interior que Montfort nos presenta como itinerario de vida cristiana.



No obstante San Luis, advierte que en este itinerario interior en la espiritualidad vivida por el ser humano se llega a diversas maneras interpretación, según las capacidades, la fe o caprichos de los creyentes. Así, para el santo Fundador algunos se centrarán en lo exterior de su devoción (VD 116) a María, o sea en las manifestaciones visibles de devoción. Otros, por su parte, irán un poco más allá, hacia el interior, que se realiza en tres grados, hasta el más eficaz. Pero, Luis María no expresa concretamente en qué consisten estos tres grados, tan sólo refiere el tercero y lo amplía.



Ahora bien, buscando alguna pista que nos acerque e ilumine un poco sobre lo que Luis de Montfort quiere decir con los tres grados del itinerario formativo del interior de esta devoción, encontramos en el ASE (30) que existen así mismo tres grados de piedad revelados en el Eclesiástico (24, 22-23). Estos grados de piedad son constitutivos del ambiente que rodea el acompañamiento (oración, retiro), por ello son importantes a la hora de pensar en una acción eficaz que permita a los actores del acompañamiento distinguir aquello que realmente buscan:



1. Escuchar a Dios con humilde aceptación. Acción que es sencilla de ejercer a la hora de querer acercarnos al Señor, nos permite aceptar sus enseñanzas, su Palabra. Aquí se juega el creyente, la capacidad de apertura a la Voluntad de Dios en su interior, es esta la garantía que tiene el hombre de parte e Dios para nunca fracasar, pero necesita una actitud especial: la humilde aceptación, que sólo se aprende en María y la actitud misma de Jesús en su oración al Padre ante la evidente hora de su pasión. Esta característica, implica para el acompañante, tener afinado su oído a la voz de Dios en los signos de la vida de su acompañado (atenta escucha) y para el acompañado implica adentrarse en la Escucha de la voz de Dios contemplando su mensaje y actitud en su Palabra, que puede iluminar siempre su vida.



2. Obrar en él y por él con perseverante fidelidad. Esto ya exige un sacrificio mayor para el creyente, pues le pide estar atento a sus acciones, a su manera de obrar, de expresar, de realizar lo que descubre que Dios le exige constantemente. Esto es, obrar fielmente de acuerdo con la voluntad de Dios descubierta en su humilde escucha. Se pone en juego entonces, la capacidad del hombre para ser fiel con constancia y sin titubeos y para poner en práctica la Palabra de Dios, teniendo a Dios mismo como el centro y la fuente que motiva su existencia, para encaminarse a buscar agradarle a él, configurarse con él.



Este tercer grado de piedad, del cual nos habla Luis María, es el grado de piedad más perfecto, como lo es el tercer grado del interior formado por una devoción verdadera:



3. Adquirir la luz y unción necesarias para inflamar a los demás en el amor a la Sabiduría y conducirlos a la vida eterna. La experiencia de Dios, pone al ser humano, a conjugar como San Luis de Montfort (Ver C 5) su interior con lo apostólico, pues su piedad es tal, que ahora puede tener la luz y unción para hablar de Jesucristo, como ha sido acompañado, entonces, está también en capacidad de acompañar a otros, es promovido por Dios mismo al apostolado, a la misión. Como Dios embarga su corazón, le posee, ahora tiene una noticia profundamente novedosa para contar los demás. Se convierte con ello en instrumento real de Dios para continuar su obra redentora, salvífica. Aquí se refugia el carisma particular de la Compañía de María[3].



El padre de Montfort, centra nuevamente la atención en la intención y vocación fundamental, verdadera del todo creyente que “consiste en adquirir la santidad de Dios” y en razón de ello le recomienda que oriente a aquello “todos tus pensamientos, palabras y acciones, tus sufrimientos y las aspiraciones todas de tu vida. De lo contrario, haces resistencia a Dios, por no realizar aquello para lo cual te ha creado y te conserva la vida” (SM 3). El papel del acompañamiento se realiza en cuanto es para ser instrumento de santificación, de configuración con Cristo Jesús (Ver además LG 40).



Volviendo al itinerario propuesto, es el momento en que Montfort advierte en que este tercer grado de penetración en el interior de la devoción (o también del acompañamiento) es un secreto que sólo el Espíritu Santo de Jesucristo otorga.



Es el Espíritu Santo quien realiza tal obra de configuración de la persona con Cristo, no es ni el esfuerzo puramente humano del acompañado ni las capacidades o técnicas del acompañante; es la obra propia del único protagonista real del camino devocional, del camino hacia Dios: El espíritu de Jesucristo. De esta manera, quien va realizando la transformación del hombre en su Dios es Dios mismo, en su Espíritu, revelándole y haciéndole crecer en gracia, en virtud, dándole la luz necesaria para ello. De la apertura del hombre a Dios, es que él mismo puede adquirirlo en su vida y pertenecerle totalmente hasta manifestarse como un ser humano plenamente maduro en su seguimiento de Jesucristo para así acceder a su gloria en el cielo. El itinerario de santidad le exige al ser humano aspirar a su creador en su interior y permitirle que sea él quien se apropie de él en él. En consecuencia, el acompañante no puede pretender configurar a nadie con Cristo, sólo necesita la luz y unción necesarias para inflamar a su acompañado a abrirse –como él busca estarlo- a la acción del Espíritu.



Hablamos así de un camino hacia la Sabiduría, “que no se deja encasillar en un esquema predeterminado. Así tiende a concebir grandes proyectos, apunta a una perfección fuera de lo común, encuentra nuevos caminos en materia de devoción, tiene intensos deseos misioneros, se siente impelido a realizar los movimientos interiores…”[4] a la manera en que Luis de Montfort lo hace, desprendiéndose de sí mismo al ponerse por completo en las manos de María.



Este itinerario, muestra con claridad cómo Luis de Montfort logra poner desde entonces un criterio clave en el discernimiento y firme para el acompañamiento espiritual: Jesucristo es el objeto fundamental del discernimiento, puesto que en el discernimiento suyo están incluidos de algún modo todos los demás[5]. Es desde Jesús como llegan al hombre las gracias y virtudes hasta su plenitud en él (ver. Jn 1, 14-16). Por su parte, para lograr esto, el Espíritu, es el que determina el nivel del discernimiento en el acompañamiento; es decir, que ser “compañeros de camino de fe de cada ser humano” exige serlo “en Espíritu”, ser compañeros del camino en el Espíritu del acompañado mientras vamos viviendo el propio, pues el hombre espiritual es el único que puede hacer discernimiento espiritual[6] y por consiguiente, el único que puede ser acompañado o acompañante espiritual, y de esa manera, sabe o se ejercita en escuchar la voz del Espíritu que “nos ha sido dado por Cristo para que podamos entender el sentido de todo lo que nos ha comunicado Jesús con su vida y su palabra (Jn 14, 26; 15, 26); El nos conduce al conocimiento de toda la Verdad que es Cristo, y Cristo para nosotros en concreto (Jn 16, 13-15).”[7]


CARACTERÍSTICAS DE LA DEVOCIÓN INTERIOR PARA EL ACOMPAÑAMIENTO INTERIOR

Luis de Montfort comprende cómo para el hombre llamado a la santidad es necesario asociarse a María para lograr este cometido sin equívoco y, que esa asociación se realiza mediante la expresión interior, del hombre de vida interior de su devoción a esta buena madre. Así, la devoción interior se muestra de diversas maneras (VD 117) y, la última que enumera en su lista es la de “comenzar, continuar y concluir las acciones por Ella, en Ella, con ella y para Ella, a fin de hacerlas por Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para Jesucristo, nuestra meta definitiva” (VD 257ss). Esta práctica o itinerario, como se le quiere comprender, es abordada por el santo recordando que posee una eficacia grande en la santificación de los que son llamados por el Espíritu Santo a una elevada perfección; lo que nos sugiere que este itinerario no es para todos, sino sólo para quienes se sienten movidos a más, para quienes encuentran que la exigencia del acontecimiento del Reino de Dios en sus vidas puede ser mayor. Este es el secreto para lanzarse a esta experiencia profunda de Dios en la que se pueda centrar la atención en el espíritu de la consagración, de la devoción, del acompañamiento y es más, perseverar en él (Ver SM 44).
[8]

Obrar por María

Esto es obrar conforme al espíritu de María que es el mismo Espíritu de Dios, acudiendo a su intercesión (VD 258; SM 48), en obediencia a Ella. Es decir, aquí acompañado y acompañante, cada cristiano devoto de Ella es movido a permitir que sea el Espíritu quien guíe, gobierne la acción de Dios en su corazón, dejando acontecer la Voluntad divina manifestada por el protagonista de la misma: el Espíritu. Esto no es más que dejarse guiar por el Espíritu, como se mencionaba arriba. Así, Montfort recoge en la oración de la coronilla, recordando las palabras de San Ambrosio: “more en mi tu alma, para engrandecer al Señor, more en mi tu Espíritu para regocijarse en Dios”. Sólo el Santo Espíritu es capaz de conducir al ser humano a su plenitud, a dar gloria verdadera a su Creador, a ser feliz por experimentar a Dios continuamente en su vida, pues el Espíritu de María “es suave y fuerte, celoso y prudente, humilde e intrépido, puro y fecundo” (VD 258). De esta manera, el cristiano se verá transformado poco a poco en su manera de ser, de actuar, de pensar y en los mismos frutos que su vida recoge y experimenta y, será capaz de emprender grades empresas por Dios.

Para esto, el padre de Montfort, expresa ciertas condiciones a tener presentes en el acompañamiento, que sirven para el acompañante y para el acompañado, como son: el renunciar al propio espíritu, luz y voluntad para no manchar la obra divina, entregarlo más bien al espíritu de María con expresiones como: “¡Renuncio a mí mismo y me consagro a ti, querida Madre mía!” que siempre ejercen su eficacia por el sólo hecho de decirlas y va modelando al que las dice según lo que manifiesta con su boca hasta acercarlo al espíritu de Jesús, el mismo de María. Esto es promover en el ser humano la dependencia a la voluntad y providencia eficaz de Dios que nunca falla (C 2), lo que permite al hombre hacer un camino cierto en su deseo de perfección y su realización total en Dios, que debe ser su motivación principal para este itinerario de acompañamiento.

Obrar con María

Esto es vivir en imitación a María, lo que sucede como consecuencia y profundización de lo anterior, pues se la toma como el modelo acabado de toda virtud y perfección formado por el Espíritu santo (VD 260). Aún con las limitadas capacidades personales, acompañante y acompañado son llamados a preguntarse ante las acciones a realizar: ¿cómo lo hizo o haría María? San Luis recomienda examinar y meditar las virtudes de María en especial:

1) su fe viva, por la cual creyó sin vacilar en la palabra del ángel y siguió creyendo fiel y constantemente hasta el pie de la cruz en el Calvario;
2) su humildad profunda, que la llevó siempre a ocultarse, callarse, someterse en todo y colocarse en el último lugar; lo cual le servirá para cultivar la escucha de humilde aceptación al Espíritu;
3) su pureza totalmente divina, que no ha tenido ni tendrá igual sobre la tierra. Y, finalmente, todas sus demás virtudes.

Entonces, con esto, el creyente se ve movido a abandonarse en María como en un molde que genera figuras nuevas y perfectas: hombres y mujeres portadores y reflejo de Jesús en sus vidas. No deja de recordar San Luis, cómo ha sido necesario que la persona haya renunciado al propio egoísmo, a los propios y mejores puntos de vista, anonadándose ante Dios, haciendo conciencia de la propia incapacidad para todo bien sobrenatural y para toda acción útil a la salvación propia (SM 46), que son obras de Dios, que sólo él puede realizar.

Aquí, el ser humano se une y participa de las intenciones de María y, por ende, de las de Jesucristo, aunque no las conozca; se pone en sintonía con la obra de Dios en su vida según su beneplácito y gloria.

Obrar en María

Esto es actuar en unión íntima con Ella, recogerse en el interior haciéndose la imagen espiritual de María para entrar en Ella como en el santuario donde Dios está y se puede encontrar sin ser rechazado, como en La torre de David que defiende de enemigos, como en lámpara encendida que ilumina el propio espíritu y lo inflama en el amor divino, como el único todo ante Dios y recurso universal (SM 47), como en el paraíso donde esta el verdadero árbol de vida que purifica con su aire, donde ilumina el sol borrando toda sombra, donde arde la caridad inextinguible y corre el río de la humildad que riega con sus brazos el corazón de virtudes (cardinales).

Estas imágenes las da Montfort para animarse a contemplar las maravillas y bondades de quien se sumerge en María y así estando en Ella, se aleja del pecado, del enemigo, del error; cosa que solo el Espíritu hace posible el acceso a este lugar divino para que se pueda formar Jesucristo en el hombre. Aquí se manifiesta el sello de alianza entre el devoto y su Reina, entre el acompañado y quien hace posible la acción real del espíritu en el discernimiento y el acompañamiento. Es decir, la pieza clave del itinerario hacia la perfección cristiana es la unión con María para llegar a unirse con Jesucristo.

Obrar para María

Esto es ponerse al servicio de María, lo cual le da un toque apostólico a la cercanía y unión con Ella. Todo se realiza para ella y se acompaña con expresiones como: “por ti, amada Reina mía, voy acá o allá, hago esto o aquello, sufro esta pena o aquella injuria” (SM 49). Se constituye María en la dueña nuestra, en la Reina y Señora sin que sea nuestro último fin –que lo es sólo Jesucristo- sino el más próximo para llegar a él. La actitud fundamental del creyente es la del siervo o del esclavo, pero por voluntad propia. Esto trae como consecuencia para el cristiano la capacidad para dar su vida, de emprender grandes empresas y defender a su Señora y por ello a su Señor, para gloria de Él.



El acompañamiento se constituye aquí en un camino de perfección que discierne las acciones en función del Reino de María, el de Jesucristo, el de Dios, puesto que hace al fiel compartir su experiencia divina, protegerla y defenderla buscando sólo la gloria de Dios, más no la propia.

En consecuencia, para este itinerario de acompañamiento espiritual montfortiano, será una exigencia que el acompañante mismo ya vive, o se está lanzando a vivir. Es este el itinerario de la madurez espiritual, de la búsqueda y consecución real de la santidad. Es el itinerario de los que desean profundamente la Sabiduría.

Itinerario de Vida Interior, itinerario de Configuración con Cristo.

1. Motivación esencial: Configurarse con Cristo, llegar a la madurez y plenitud espiritual, a la perfección del Padre.

2. Conocimiento interior: viaje al interior de sí mismo mediante el conocimiento conciente y continuo de sí, ayudado por la oración y el retiro. Se debe tener en cuenta en este momento:


2.1 Amar y hacer amar la vida interior: hacer conciencia de la vida interior, asumir la actitud de la conversión.
2.2 Atención a la voz del Espíritu: Hacer el camino abriendo el Corazón al Espíritu de Jesucristo, para discernir con libertad, con la eficacia del Espíritu y asumir con humilde aceptación la voluntad divina, como María.
2.3 Contemplar a Jesucristo: es él quien se convierte en el objeto de discernimiento y medio más profundo de conocimiento personal.

3. Tener presente en todo el proceso a María. Itinerario del cultivo de vida interior, de Cristo en la propia vida: Esto implica una apertura y abandono mayor a María:


3.1 experimentando continuamente la necesidad de María en el corazón, en la vida toda, acudiendo a su intercesión y en obediencia a ella, de manera que el Espíritu es siempre quien guía el camino. Aquí se busca promover la experiencia de San Luis de depender / vivir a la Providencia;
3.2 contemplando sus virtudes para obrar con ella. Implica la renuncia a sí mismo;
3.3 para abandonarse en ella, unirse a ella de manera que nada pueda dañar su intención y caminar en pos de su Hijo, para no perder de vista el deseo real y profundo de configurarse con Cristo;
3.4 haciendo el propósito explícito de servir a María y por ella a Jesucristo mismo compartiendo su experiencia de Dios a los demás, llevando la Buena Noticia en la acción apostólica o misionera, hasta al acompañamiento mismo.


NOTAS



[1] Esta es una actitud propia del acompañante montfortiano frente a su acompañado, y le exige ser un hombre de oración profunda, que como Montfort ame la vida interior, el retiro, la oración en su deseo propio de configuración con Cristo Jesús.
[2] Ver subsidio facilitado por Jaime Oved de De Fiores. Itinerario espiritual de San Luis María de Montfort. Capitulo conclusivo. p. 14
[3] Ibid. p. 9. De Fiores cita a Blain, quien expresa cómo Montfort habla y pide a “sus discípulos la sabiduría apostólica, como carisma particular, capaz de unificar en perspectiva misionera toda la vida.”
[4] Ibid. p. 4-5
[5] Ver RUIZ JURADO, Manuel. El discernimiento Espiritual: teología, historia, práctica. Madrid: BAC, 1994. p. 24
[6] Ver Ibid. p. 16-18
[7] Ibid. p. 24
[8] El orden de explicación que San Luis emplea para explicar su itinerario varía una vez lo aborda en el Tratado (258ss) como también cuando lo aborda en el Secreto (45-49). Aquí vemos el orden asumido por él en el Tratado.

Itinerario espiritual 3: EL CAMINO DE CONSAGRACIÓN TOTAL A JESÚS POR MARÍA (VD 227 – 233)


EL CAMINO DE CONSAGRACIÓN TOTAL A JESÚS POR MARÍA (VD 227 – 233)
Por: P. Jaime Oved Cabrejo, smm




1. Se hace camino al andar… indica un dicho popular que viene de un bello poema de Machado ¡Y cuánta verdad encierra! Basta dar una ojeada hacia atrás en nuestras vidas para darnos cuenta de tantos lugares, personas, situaciones… que hemos vivido… para darnos cuenta que en efecto hemos recorrido un camino… Estamos rodeados de caminos. Necesitamos caminos. Las calles son caminos, las carreteras son caminos, las escaleras son caminos, los atajos son caminos, los senderos son caminos… nos movemos por caminos… Y esos caminos tienen tramos, etapas, pasos… pero también tienen un término, un destino… llevan a alguna parte. Los caminos que no tienen destino no son caminos, son laberintos, son “huecos”. Esos caminos que tienen etapas y punto de llegada son los que llamamos itinerarios.


2. En la fe también hay caminos, pero no todos son itinerarios. Algunos no llevan a nada… San Luis María de Montfort, caminante del siglo XVI, sí que sabía de caminos… de los de polvo y barro y de los de fe y amor. Era misionero itinerante, como quien dice caminante. Y de itinerarios… ni se diga. Revisando sus escritos los descubrimos por todas partes…


3. Uno de ellos es el que presenta en estos números del Tratado de la Verdadera Devoción a María (227 – 233). El itinerario de consagración total a Jesús por María. Creo que se trata del itinerario más claro y práctico de todos los que propone porque recoge su intuición fundamental y la pone en funcionamiento. Se trata de un camino que tiene como elemento central la consagración total precedida por un serio camino de preparación y seguida por unas prácticas concretas que la sostienen.


4. Digo que tiene que ver con la intuición fundamental porque para Montfort el objetivo de la vida de una persona y también de toda la espiritualidad – o devoción, como él lo dice - es la de alcanzar la madurez cristiana que consiste en la configuración con Jesucristo[1] para reproducir en la vida concreta sus rasgos. Se trata del ideal del evangelio que es llegar a ser “otro Cristo” (Gal 2,20), “tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Fil 2,5)…


5. Ahora bien, para lograr este fin Montfort propone un itinerario en dos movimientos: uno de vaciamiento y otro de llenado. El mismo itinerario del Verbo encarnado tal como lo presenta San Pablo en el cántico de los filipenses[2]. Se trata solo de una indicación esquemática con un desarrollo muy escaso. El misionero está dando indicaciones y señalando el camino a seguir, pero no lo explicita. Quien quiera configurarse con Jesucristo deberá seguir su mismo itinerario. El medio didáctico concreto que propone es el que conocemos como el “mes montfortiano” que consta de 33 días distribuidos en las dos partes del camino: 12 días para el vaciamiento y tres semanas (21 días) para llenarse de Jesucristo[3].


6. El primer movimiento es el de vaciamiento de lo que Montfort llama “el espíritu del mundo”. La indicación de “doce días por lo menos” nos da la idea de un periodo mas bien largo dedicado a este proceso de reconocer la presencia del mal en la persona y ejercitarse en el desprendimiento de todo aquello que la separa de su verdadero fin que es la realización personal, su verdadera felicidad. Lo que Montfort expresa en este número es realmente muy corto. Hay que ir a sus demás escritos para hacernos una idea más amplia de lo que pretende en esta primera etapa del itinerario. Y tal vez lo encontramos en el Amor de la Sabiduría Eterna en el capítulo séptimo dedicado a la elección de la verdadera sabiduría (VD 74 – 89). Allí habla de la falsa sabiduría o “sabiduría mundana” como contraria a la verdadera sabiduría que es la divina. Vale la pena leer con detenimiento este capitulito y hacer con Montfort una radiografía del ser humano y de la sociedad para descubrir la manera cómo actúa en nosotros el mal y el pecado.


7. A nivel práctico me parece que al proponer este itinerario en el acompañamiento espiritual y en la formación podemos aprovechar para la parte del vaciamiento lo que las ciencias nos ofrecen tan abundantemente hoy a nivel de análisis de la realidad y de la persona humana. En concreto podemos valernos, por ejemplo, de los análisis que hace la pastoral social, o el informe sobre el desarrollo humano de la ONU, o el capítulo segundo de Aparecida… Ya a nivel de persona es necesario hacer que entre en ambiente de interiorización, de reflexión y de silencio interior… De lo que se trata es que quien hace el itinerario perciba en sí mismo la realidad del espíritu del mundo o de sabiduría mundana y que se disponga a iniciar un camino serio de seguimiento del Señor. Me parece que los libros de espiritualidad de Anthony de Mello, de Nowen, de Anslem Grum… ayudan para lo que queremos.


8. El segundo movimiento es el del llenado de Jesucristo en la persona. Es el principal movimiento para el cual Montfort propone 21 días distribuidos en tres semanas: la primera dedicada al conocimiento de sí mismo, la segunda al conocimiento de María y la tercera al conocimiento de Jesucristo. Como se ve el acento se marca sobre el conocimiento. Pero no cualquier conocimiento, sino un conocimiento sapiencial, es decir, vivencial, nutritivo, sabroso, dulce… (ASE 8-14) Un conocimiento de cercanía y comunión… Nadie ama lo que no conoce (ASE 8), dice Montfort.


9. La primera semana del segundo movimiento está dedicada al conocimiento de sí mismo[4]. Es interesante ver como Montfort percibe este conocimiento. En primer lugar es un don que hay que pedir. No proviene de un simple ejercicio de análisis introspectivo que puede engañarnos con las falacias de la sabiduría mundana. El conocimiento de sí mismo es un don que Dios concede cuando lo pedimos con espíritu de humildad. Pero este don está unido a la contrición de los pecados, es decir, a progresiva toma de conciencia de la realidad de mal y del pecado que hay dentro de la persona. No basta con conocerse sino que es necesario disponerse a liberarse y progresar en humanidad. En segundo lugar es un don que hay que trabajarlo poniendo en práctica algunos medios tales como la meditación y la oración. Para meditar Montfort aconseja sabiamente – no sin exagerar - considerar las propias debilidades y limitaciones. Para orar recomienda dirigirse al Espíritu Santo y a María para pedir la gracia de este conocimiento.


10. Creo que para el conocimiento de sí mismo podemos valernos de tantas técnicas que nos da hoy la sicología y la PNL. Claro, será necesario saber escoger bien entre todo para quedarnos con aquello que mejor nos ayuda al fin que perseguimos con la formación y el acompañamiento. A nivel bíblico podemos hacer lectio divina de textos que hablan de la teología del pecado y de la pasión de Jesús. Incluso podemos tomar los mismos textos que Montfort recomienda de sus escritos (VD 78-79).


11. La segunda semana se dedica al conocimiento de María[5]. Al igual que en la etapa anterior se trata de un don que concede el Espíritu Santo al creyente que se dispone a recibirlo en una actitud especial de reflexión y oración. María viene a ser aquí el ambiente que prepara a la persona para el encuentro con Jesucristo (VD 265). A nivel práctico creo que es válida la sugerencia de Montfort acerca de meditar algunos textos que él mismo ha escrito (VD 16‑36; 83‑89) y orar con el rosario Incluso podría tomarse todo el Tratado de la Verdadera Devoción y el Secreto de María, además de los recientes documentos de la Iglesia sobre María (LG 8, Marialiis Cultus, Redemptoris Mater, RVM…) y otros. A nivel bíblico se pueden tomar los evangelios de la infancia.



12. La tercera semana, en el culmen del camino, se dedica al conocimiento de Jesucristo[6]. Siguiendo la dinámica del presente itinerario las indicaciones que da Montfort para esta etapa apuntan a la meditación y a la oración. Meditación que se centra en la persona de Jesucristo y en la Buena Noticia que proclama y oración que pide constante e insistentemente su conocimiento como don.



13. Siendo esta la etapa clave del itinerario creo que debemos dedicar nuestros mejores esfuerzos para que el creyente tenga de verdad un encuentro vivo, existencial, profundo y prolongado con el Maestro y se haga de verdad su discípulo. Lo que busca esta etapa en el fondo es lo que llamamos iniciación cristiana. Para ello no basta con leer o meditar algunos textos sobre Jesús. Es necesario proporcionar espacios de encuentro para vivir la experiencia fundante, algo así como el retiro de opción por Cristo que hacemos los montfortianos en la Animación Vocacional. Luego hay que vivir experiencias de encuentro con la Palabra a través de la lectio divina del Nuevo Testamento. Lo mejor será tomar algunos itinerarios de los evangelios, de los hechos o de las cartas paulinas. Además habrá que introducir al caminante en una experiencia de pequeña comunidad en la que pueda compartir su fe con otros caminantes. Aparecida es una guía valiosísima para conocer vivencialmente a Jesucristo y hacerse discípulo misionero.


14. El llamado “mes montfortiano” culmina con la celebración de la Consagración Total a Jesús por María[7] en una ceremonia muy comprometedora y al mismo tiempo sobria; bien preparada a nivel interno y externo. Se centra en la renovación de las promesas bautismales y en la entrega generosa y amorosa a Jesucristo confiándose en las manos de María. Dicha entrega debe manifestarse en un signo externo.



15. Después de la Consagración[8] no termina el itinerario, sino que se hace vital, cotidiano, continuo. Para ello Montfort recomienda renovar el ejercicio de las tres semanas cada año y repetir continuamente una pequeña fórmula que la recuerda. Con esto se busca reavivar el don del conocimiento sapiencial y acrecentarlo.



16. Este es el itinerario que propone Montfort rápidamente expuesto en sus elementos fundamentales. Nos toca a nosotros inspirarnos en él y hacerlo actual, realizable, posible para nosotros mismos y para la gente a la que somos enviados hoy. Creo se puede proponer de varias maneras:



* Como “mes montfortiano” de cuatro semanas seguidas, tal como se ha hecho ya varias veces en América Latina. Pero debemos darle más forma, más agilidad y sencillez para proponerlo a los laicos y a los monfortianos. ¿No será este un medio privilegiado para ofrecer desde nuestros centros de espiritualidad?
* Como retiro de opción por Cristo, con duración, destinatarios y contenidos adaptados a las circunstancias.
* Como contenido para nuestras misiones populares.
* Como itinerario de acompañamiento personal para la gente que se acerca a nosotros.
* Como experiencia prolongada de formación montfortiana. Tal como se viene aplicando en el Noviciado Latinoamericano.
* Otras maneras creativas…



Notas
[1] Véase, por ejemplo: VD 120: La plenitud de nuestra perfección consiste en asemejarnos, vivir unidos y consagrados a Jesucristo. VD 273: me consagro a Jesucristo para llevar mi cruz con El, en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre. VD 61: Primera verdad. El fin último de toda devoción debe ser Jesucristo, Salvador del mundo, verdadero Dios y verdadero hombre. Ver también el N. 63. ASE 225: …me consagro totalmente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida y a fin de serle más fiel de lo que he sido hasta ahora. ORACIÓN DE LA CORONILLA: …hasta que por medio del Espíritu Santo, tu Esposo fidelísimo, y de ti, Esposa suya fidelísima, sea formado en mí Jesucristo, tu Hijo, para gloria del Padre celestial. CARTA N. 20: En la nueva familia a la que ahora pertenezco, estoy desposado con la Sabiduría y con la cruz. Ellas constituyen todos mis tesoros temporales y eternos, terrenos y celestes.
[2] “…El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”. (Fil 2:6-11)
[3] “Quienes deseen abrazar esta devoción particular ‑no erigida aún en cofradía, aunque sería mucho de desear que lo fuera‑ dedicarán ‑como he dicho en la primera parte de esta preparación al reinado de Jesucristo‑ doce días, por lo menos, a vaciarse del espíritu del mundo, contrario al de Jesucristo, y tres semanas en llenarse de Jesucristo por medio de la Santísima Virgen”. VD 227
[4] “Durante la primera semana dedicarán todas sus oraciones y actos de piedad a pedir el conocimiento de sí mismos y la contrición de sus pecados, haciéndolo todo por espíritu de humildad. Podrán meditar, si quieren, lo dicho antes sobre nuestras malas inclinaciones, y no considerarse durante los seis días de esta semana más que como caracoles, babosas, sapos, cerdos, serpientes, cabros; o meditar estos tres pensamientos de San Bernardo: “Piensa en lo que fuiste: un poco de barro; en lo que eres: un poco de estiércol; en lo que serás: pasto de gusano”. Rogarán a Nuestro Señor y al Espíritu Santo que los ilumine, diciendo: ¡Señor, que vea! (Lc 18,41); o: “¡Que yo te conozca!”; o también: ¡Ven, Espíritu Santo! Y dirán todos los días las letanías del Espíritu Santo y la oración señalada en la primera parte de esta obra. Recurrirán a la Santísima Virgen pidiéndole esta gracia, que debe ser el fundamento de las otras, y para ello dirán todos los días el himno Salve, Estrella del mar y las letanías de la Santísima Virgen”. VD 228
[5] “Durante la segunda semana se dedicarán en todas sus oraciones y obras del día a conocer a la Santísima Virgen, pidiendo este conocimiento al Espíritu Santo. Podrán leer y meditar lo que al respecto hemos dicho. Y rezarán con esta intención, como en la primera semana, las letanías del Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar y, además, el rosario o la tercera parte de él”. VD 229
[6] “Dedicarán la tercera semana a conocer a Jesucristo. Para ello podrán leer y meditar lo que arriba hemos dicho y rezar la oración de San Agustín que se lee hacia el comienzo de la segunda parte. Podrán repetir una y mil veces cada día con el mismo santo : “¡Que yo te conozca, Señor!”, o bien: “¡Señor, sepa yo quién eres tú!” Rezarán, como en las semanas anteriores, las letanías del Espíritu Santo y el himno Salve, Estrella del mar, y añadirán todos los días las letanías del santo Nombre de Jesús”. VD 230
[7] “Al concluir las tres semanas se confesarán y comulgarán con la intención de entregarse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por las manos de María. Y después de la comunión ‑que procurarán hacer según el método que expondré más tarde ‑ recitarán la fórmula de consagración, que también hallarán más adelante. Es conveniente que la escriban o hagan escribir, si no está impresa, y la firmen ese mismo día. Conviene también que paguen en ese día algún tributo a Jesucristo y a su santísima Madre, ya como penitencia por su infidelidad al compromiso bautismal, ya para patentizar su total dependencia de Jesús y de María. Este tributo, naturalmente, dependerá de la devoción y capacidad de cada uno, como ‑por ejemplo‑ un ayuno, una mortificación, una limosna o un cirio. Pues, aun cuando sólo dieran, en homenaje, un alfiler, con tal que lo den de todo corazón, sería bastante para Jesús, que sólo atiende a la buena voluntad”. VD 231-232
[8] “Al menos en cada aniversario, renovarán dicha consagración, observando las mismas prácticas durante tres semanas. Todos los meses y aun todos los días pueden renovar su entrega con estas pocas palabras: “Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo, ¡oh mi amable Jesús!, por María, tu Madre santísima”. VD 233.

Itinerario de acompañamiento 2: Medios para Alcanzar la Sabiduría Eterna y Encarnada

EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL MONTFORTIANO
Por: P. Edmer Iván Salgado, smm

(Medios para adquirir y conservar la Sabiduría Eterna y Encarnada, propuestos por San Luis María de Montfort)

JESUCRISTO PRINCIPIO Y FIN (Punto de partida)

Hablar de espiritualidad Montfortiana es hablar del sendero descubierto, seguido y a la vez trazado por el P. de Montfort, centrado en Jesucristo, sabiduría Eterna y Encarnada, pues

“El es el fin último de toda devoción, salvador del mundo, verdadero Dios y verdadero hombre.
El alfa y la omega, el principio y el fin (Ap 1, 8; 21,6) de todas las cosas.
Sólo en Cristo habita realmente la plenitud total de la divinidad (Col 2, 9) y todas las demás plenitudes de gracia, virtud y perfección.
Sólo en Cristo hemos sido bendecidos (Ef. 1, 3).

El es el único maestro que debe enseñarnos
El único Señor de quien debemos depender,
La única cabeza a la que debemos estar unidos,
El único modelo al que debemos asemejarnos,
El único pastor que debe apacentarnos,
El único camino que debe conducirnos,
La única verdad que debemos creer,
La única vida que debe vivificarnos,
Y el único todo que en todo debe bastarnos.

Dios no nos ha dado otro fundamento de salvación, perfección y gloria que Jesucristo.
Todo edificio que no este construido sobre esta roca firme, se apoya en arena movediza,
Quien no esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, caerá, se secará, y lo echarán al fuego (ver Jn 15, 6).

POR JESUCRISTO, CON JESUCRISTO, EN JESUCRISTO LO PODEMOS TODO: TRIBUTAR AL PADRE EN LA UNIDAD DEL ESPIRITU SANTO TODO HONOR Y GLORIA; HACERNOS PERFECTOS Y SER OLOR DE VIDA ETERNA PARA NUESTRO PROJIMO”
[1] .

Con claridad e insistencia, y hasta de muchas maneras, el p. de Montfort pone en Jesucristo Sabiduría el fundamento de la vida cristiana, pues como lo dice la misma Palabra “el es la piedra angular”. Y entonces si él es el centro, toda la vida con sus opciones, deseos, acciones, sentimientos, dolores y sufrimientos, sueños y proyectos, debe estar atravesada por su fuerza redentora, y a vivir con él, en él, por él, y para él debe orientarse toda existencia cristiana. Desde esta perspectiva, podemos descubrir la importancia y adentrarnos, en lo que el p. de Montfort ha llamado, los medios para adquirir la Sabiduría, Jesucristo.


MEDIOS PARA ADQUIRIR Y CONSERVAR LA SABIDURÍA

En el Amor de la Sabiduría Eterna, el padre de Montfort después de haber presentado la Sabiduría Eterna y Encarnada antes, durante y después de la encarnación (ASE 1 - 14), describe y propone los cuatro medios para poseer y conservar la Divina Sabiduría (ASE 15-17): deseo ardiente, oración continua, mortificación universal y una verdadera y tierna devoción a la santísima Virgen, que vistos desde la dinámica del crecimiento espiritual montfortiano, se convierten en itinerario seguro y hasta obligado de quien quiere asumir el camino espiritual del p. de Montfort. A continuación presentamos cada uno de los medios desde tres orientaciones: lo que dice Montfort, lo que ello significa para nosotros y una propuesta metodológica para profundizarlos y asumirlos en el acompañamiento.

Deseo Ardiente:

“Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llame a una puerta se le abrirá”.

1. El deseo en el p. de Montfort

El tema del deseo aparece recurrente al mirar la vida y los escritos del p. de Montfort, y ese deseo no es otro que el de Dios y su gloria. Como lo atestiguan sus biógrafos, se descubre que desde su más tierna infancia profesó un profundo amor a Dios, “su piedad de niño tiene rasgos de espontaneidad, desde su infancia le agrada hablar de Dios”. Es este deseo de Dios que va a movilizarlo en toda su obra espiritual y misionera: Su vida escondida y mortificada, para luchar contra su naturaleza, según su expresión, ‘deseosa de manifestarse’; su actitud orante y contemplativa, abierta al misterio divino; sus grandes empresas misioneras; sus fundaciones, etc. En torno a este tema del deseo desarrolla diferentes puntos que surgen muy importantes dentro la espiritualidad.

1.1. El deseo de Dios.
¨ “Esta eterna y regiamente amable belleza tiene deseo tan vivo de la amistad del ser humano, que para conquistarlo ha escrito expresamente un libro, manifestando en él sus excelencias y los deseos que tiene de los seres humanos… Libro que es como una carta de la amante a su amado para ganar su afecto. Los deseos de poseer el corazón de ser humano que manifiesta en él son tan apremiantes, la solicitud que revela para ganarse su amistad es tan delicada, sus llamadas y anhelos son tan amorosos, que - al oírla hablar – se diría que no es la reina del cielo y de la tierra y que para ser feliz necesita de los seres humanos (ver Prov 8, 15-31)”
[2];
¨ “En busca del ser humano recorre largos caminos o sube a la cima de las más altas montañas, ora llega a la puerta de las ciudades, ora penetra en las plazas públicas, o en medios de las multitudes y grita a voz en cuello: a ustedes hombres os llamo”
[3];
¨ “Finalmente para acercarse más a los seres humanos y testificarles su amor aún más sensiblemente, la Sabiduría eterna llegó hasta encarnarse, hacerse niño y pobre y morir por ellos en la cruz”
[4],
¨ “la sabiduría se encarnó con la única finalidad de atraer a su amor e imitación los corazones humanos: por ello se ha complacido en adornarse con todas las amabilidades y dulzuras humanas más atrayentes y delicadas, sin defecto ni fealdad alguna”
[5].

1.2. La necesidad del hombre:
¨ “La razón más poderosa que puede impulsarnos a amar a Jesús, la sabiduría encarnada, es, a mi juicio, la consideración de los dolores que quiso padecer para mostrarnos su amor”
[6];
¨ “razón más que suficiente para animarlos a pedirla al Señor (la Sabiduría) con toda la fe y ardor posibles la constituye cuanto nos revela el Espíritu Santo acerca de la grandeza y hermosura de la Sabiduría, de los deseos que tiene Dios de dárnosla y de la necesidad que tenemos de poseerla”
[7].
¨ “Cuando la Sabiduría entra en una persona, le trae toda clase de bienes y le comunica riquezas innumerables..: discernimiento y penetración, transmisión atrayente y eficaz de la Buena Noticia, gozo y consuelo, dones y virtudes del Espíritu Santo, grandes empresas, pesadas cruces”
[8].


2. El mundo infinito de los deseos
[9]

La Sabiduría provoca todos los deseos. En primer lugar el deseo de ser feliz y luego los de amistad, de ternura, de placer, de dicha, de inmortalidad, de riquezas, de honores, de poder, de conocimiento, de la virtud. Y estos deseos hacen también parte de lo más hondo del corazón humano: aceptación social, respeto, posición, agrupación, ayuda mutua, cambio, conocimiento, dependencia afectiva, dominio…de omnipotencia, de poseerlo todo, de satisfacerlo todo, etc. Es decir, es el ser humano, un cúmulo infinito y hasta indescifrable de deseos

Este deseo del hombre se encuentra inevitablemente con el deseo de Dios. El hombre puede desearlo todo, pero su deseo se estrella con el deseo que Dios tiene de él… en el crecimiento espiritual, no basta conocer los propios deseos, hay que conocer los de Dios. Hay que conocer lo que es grato a Dios, sus deseos, aquello que le agrada.

El p. de Montfort califica la sabiduría del mundo, como búsqueda constante y solapada de los propios caprichos e intereses. Esta sabiduría se opone a la verdadera, que no busca el provecho propio, no arraiga en el corazón de quienes viven cómodamente. El discernimiento entre la verdadera y la falsa sabiduría pasa por la distinción entre interés y gratuidad, entre satisfacción y gratuidad, y renuncia. El interés es la gratificación de las necesidades disonantes a través de la búsqueda del bien aparente. El seguimiento de la verdadera Sabiduría es la búsqueda del bien real, renunciando a la satisfacción de las necesidades disonantes, es esencialmente una superación de sí mismo. Se busca entonces una reordenación de los deseos.


3.La transformación del deseo


Todo discípulo necesariamente debe ponerse de cara a sus propios deseos y los deseos de Dios, tomar conciencia de todos aquellos deseos que lo habitan, discernirlos de frente a la opción, y reordenarlos, de tal manera que se pongan en sintonía con el deseo de Dios.


TALLER PARA REALIZAR


LOS DESEOS QUE ME HABITAN…
Se trata de cada día revisar la vida desde los deseos en las diferentes dimensiones de la propia vida.

(Deseo de ser feliz y de amistad, de ternura, de placer, de dicha, de inmortalidad, de riquezas, de honores, de poder, de conocimiento, de la virtud. Y estos deseos hacen también parte de lo más hondo del corazón humano: aceptación social, respeto, posición, agrupación, ayuda mutua, cambio, conocimiento, dependencia afectiva, dominio, huida del peligro y de la inferioridad excitabilidad, exhibicionismo, gratificación sexual, juego, orden, reacción, de omnipotencia, de poseerlo todo, de satisfacerlo todo, etc. Es decir, es el ser humano, un cúmulo infinito y hasta indescifrable de deseos)


¨ Al leer estos deseos tomo conciencia con qué fuerza se hacen presentes mí cada uno, trato de sentirlos…
¨ Reconozco y acepto mis deseos…
¨ Elijo aquellos que son más fuertes y determinantes…


EL DESEO DE DIOS
Tomar conciencia de aquello que Dios quiere de mí

¨ La escucha con humilde aceptación,
¨ Obrar en él y por él con perseverante fidelidad,
¨ Adquirir la luz y unción necesarias para inflamar a los demás en el amor a la Sabiduría y conducirlos a la vida eterna
[10].


REORDENANDO MIS DESEOS
De acuerdo al proyecto de vida priorizar los propios deseos.

¨Por Días o semanas meditar cada uno de los deseos, reordenados: Dios, La Sabiduría, María, la libertad, el amor… Y asumir la renuncia que el cultivo de ese deseo me implica…


Oración continua.

“Supongan que uno de ustedes, va a media noche donde un amigo para decirle: Amigo, préstame por favor, tres panes, porque me llegó un amigo de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Pero el otro responde desde adentro: no me molestes: la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos. Yo les digo que, si el de afuera sigue golpeando, por fin se levantará a dárselos. Si no lo hace por ser amigo suyo, lo hará para que no lo siga molestando, y le dará todo lo que necesita”
[11].

Montfort y la oración
Al mirar la vida de Montfort, sorprende su talante contemplativo; da la sensación de encontrarlo siempre en oración, habitado por la gracia de Dios, aprovechando todo tipo de oportunidad para estar con El. En cierta ocasión, recién llegado a Poitiers escribe al p. Leschassiers, su director espiritual, “hice un corto retiro en una modesta habitación, donde me sentía encerrado en medio de una gran ciudad, en la cual no conocía a nadie según la carne. Se me ocurrió no obstante ir al hospital…Entré a orar en su iglesita. Pasé casi 4 horas allí esperando la cena para servirles. Y me parecieron demasiado cortas. A algunos pobres, en cambio le parecieron demasiado largas”
[12] . Lo que para Montfort es inacabable para los demás parece algo demasiado largo. Se sustrae del mundanal ruido para complacerse en Dios.

De estas largas horas, días y hasta semanas en oración del padre de Montfort son testigo aquellos lugares donde hoy se recuerda y se conserva la memoria de este santo que buscaba ininterrumpidamente la Sabiduría, que con la Biblia en su mochila, el rosario sobre su hábito, y la cruz y la imagen de María en mano, se escapaba del bullicio del mundo y del ambiente agitado de sus misiones para ir a lugares solitarios y apartados a estar a solas con Dios, transformando aquellos lugares en verdaderos tabernáculos donde habitar con EL. (Por ej. Merven, San Eloy, San Lázaro, Pot de Fer, etc.). Como conclusión de todas estas experiencias, y con la certeza del camino recorrido, va a escribir después, “la oración es el canal por el cual Dios Comunica ordinariamente sus gracias, y de modo especial la sabiduría”
[13], Jesucristo.

Si bien, Montfort propone la oración como un medio para alcanzar la sabiduría, la presenta como un virtud concedida por la misma Sabiduría, que comunica a la persona los dones del Espíritu Santo, es decir es don que proviene de Dios, “ Cuando la Sabiduría eterna se comunica a una persona, le comunica en grado sumo todos los dones del espíritu Santo y todas las grandes virtudes”
[14]. Podemos ver en esta indicación del padre de Montfort, la comprensión de la oración continua como gracia concedida por Dios.

La oración es el movimiento de la propia existencia hacia la conquista de la Sabiduría. El padre de Montfort pide una “fe viva y firme” libre de vacilaciones, y “pura”, es decir, que no se apoye en cosas externas o extraordinarias; Utilizando una “santa importunidad ante Dios”, es decir sin desmotivarse rápidamente, sino que “debes solicitarla día y noche, sin cansarte ni desanimarte”
[15].

Sobre la oración podremos encontrar mucho en su vida y en sus escritos, pues hablar de Montfort, es hablar de un hombre de Dios, de un hombre de oración. El, convencido entonces de la fuerza de la oración, pide a sus misioneros “En todo tiempo y todos los días hacen al menos media hora de oración mental por la Mañana… rezan los quince misterios del rosario y la coronilla para atraer la bendición divina… celebran cada día la santa misa”
[16]; “permanecen asiduamente en casa de su madre, es decir, aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oración, a ejemplo y en compañía de su madre”[17].

A los miembros de la Compañía de María, repetidamente exhorta “siendo el ministerio de la predicación de la Palabra de Dios el más amplio, saludable y difícil de todos, los misioneros se aplican asiduamente al estudio y la oración a fin de alcanzar de Dios el don de Sabiduría”
[18], y; a las Hijas de la Sabiduría escribe “hacen cada semana, al menos una hora de adoración al santísimo. Cada mes dedican un día al retiro, y cada año, diez días a los ejercicios espirituales”, y aconseja, “hagan todas sus acciones en presencia de Dios y para Dios solo; esto es orar siempre”[19].

Finaliza Montfort, al proponer la oración continua como medio para adquirir la Sabiduría: “A la oración vocal hay que añadir la mental. Esta ilumina el entendimiento, inflama la voluntad y capacita el alma para oír la voz de la Sabiduría, saborear sus dulzuras y poseer sus tesoros. Personalmente no encuentro nada tan eficaz para atraer a nuestras almas el Reino de Dios, la Sabiduría eterna, como el unir la oración vocal con la mental, mediante la recitación del santo rosario y la meditación de los quince misterios encerrados en él”
[20].

En la oración, el p. de Montfort, encuentra el canal de encuentro, de comunicación, de gozo, de esperanza y de respuesta a su búsqueda apasionada. Y Dios que no se silencia ante quien se dispone y le busca sinceramente, responde depositando en él su Gracia.


Detenerse para el mundo y caminar para Dios…
Considero importante decir tres cosas que hacen relación a la oración.

Primera. La oración es un Don y a la vez una tarea, nos exige una constante disciplina pero a la vez una actitud muy confiada, bien lo dice Nouwen, “La paradoja de la oración es que nos exige un serio esfuerzo cuando a fin de cuentas es un don. No podemos planificar, organizar o manipular a Dios. Pero sin una disciplina cuidadosa, tampoco podemos recibirlo. Esta paradoja nos obliga a mirar más allá de los límites de nuestra existencia mortal”
[21]. Es entonces necesario estar atento al Dios que se va manifestando, y al propio ser que va intuyendo los propios caminos. “Sigue siempre tu propia regla, encontrada y trabajada por ti, para estar con tu Señor. Guárdala en tu mente, en tu corazón y no dejes a tus pensamientos que vagabundeen a su gusto. Todas las veces que lo hagan, hazles volver y guárdalos en casa, en el armario de tu corazón y deléitate en la conversación con el Señor”[22].

Segunda. La experiencia espiritual, de oración, debe tocar las fibras de la condición humana. No podemos seguir proponiendo una oración ritual, obligatoria, vacía, que no transforma; la oración ha de poner en contacto con el misterio divino e ir traduciéndose en una conversión profunda. Pues, “El misionero, dice Juan Pablo II, en la Redemptoris Missio, 91, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los Apóstoles: ‘lo que contemplamos… acerca de la Palabra de vida… os lo anunciamos’” (1Jn 1,1-3)”
[23]. En contravía del mundo, la oración no puede ser un perder el tiempo, sino una ganancia porque ganamos a Dios.

Tercera. La oración que asumimos y hacemos no puede sustraernos del mundo de la realidad, sino por el contrario acercarnos cada vez más a ella con el corazón de Dios, especialmente a la vida de los más pobres como lo hizo el mismo Jesús, pues su condición de Dios, lo acercó especialmente a los más sufrientes. “La opción por el pobre es parte capital de una espiritualidad que se niega a ser una especie de oasis, y menos todavía una escapatoria o un refugio en horas difíciles. Al mismo tiempo, se trata de un caminar con Jesús que, sin despegar de la realidad y sin alejarse de las trochas que recorren los pobres, ayude a mantener viva la confianza en el Señor y a conservar la serenidad cuando la tempestad arrecia”
[24].

TALLER

Itinerario Espiritual montfortiano

1. Hoja del acompañante

REVISAR MI ARCHIVO…

Se trata de revisar detenidamente la experiencia de oración.

¨ Mis oraciones: Aprendidas, de la liturgia, espontáneas, etc. Tomar conciencia de las oraciones de todos los días.
¨ Estilos de oración: alabanza, petición, acción de gracias, etc.
¨ La manera de orar: El tiempo, el lugar, las actitudes, las formas…
¨ Los sentimientos


FORMATEAR EL ARCHIVO…
Ser capaz de desprenderse de los propios esquemas ya asumidos, para dejarlos entre paréntesis…

¨Mi oración es encuentro con Dios…
¨Mi oración me transforma cada día…
¨Mi oración me saca de mí hacia la entrega…

REINSTALAR PROGRAMAS
Se trata de centrar la fe y la propia búsqueda. Jesucristo.

RE-CREAR CREAR PLANEAR



2. Hoja del acompañado

REVISAR MI ARCHIVO…

¿Cuáles son mis oraciones más comunes?
¿Los momentos de oración, son experiencias profundas de encuentro con Dios?
¿Me gusta más las oraciones aprendidas, los métodos, o la oración, espontánea, creativa, que brota del corazón? ¿cuál practico normalmente?
¿Cómo soy al orar? rutinario, monótono, creativo, contemplativo Y ¿cómo estoy? Ansioso, neutral, en conexión, libre, en aridez, solo, etc.
¿Mi actitud ante Dios cómo es? Reverencial, respetuosa, cercana, árida, tosca. Oro sentado, postrado, de rodillas. Esto ¿qué expresa?


FORMATEAR EL ARCHIVO…

¿Qué sentimientos estoy experimentando frente a mi oración o cuando estoy en oración?
¿He logrado el silencio? ¿Tengo el dominio de mi mente, o aún me domina con sus fantasías, ideas, imágenes, etc. ?
¿Qué me gusta de mi oración y que no me gusta?
¿Qué debo dejar o cambiar definitivamente en mi vida de oración?
¿Qué debo fortalecer y que implementar?


REINSTALAR PROGRAMA
(Proponerse un itinerario personal de oración:
que integre oración vocal y mental)

1. Objetivo:
2. Texto bíblico:
3. Método:
4. Tiempo:
5. Oración para pedir la Sabiduría.

ORACIÓN DE SALOMÓN PARA OBTENER LA SABIDURÍA

Dios de los padres, Señor de la misericordia,
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al hombre
para que dominase sobre tus criaturas,
y para que rigiese el mundo con santidad y justicia
y lo gobernase con rectitud de corazón;
dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,

porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años,
demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto,
entre los hijos de los hombres,
sin la sabiduría, que procede de ti,
será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras;
que te asistió cuando hacías el mundo;
y que sabe lo que es grato a tus ojos,
y lo que es recto según tus preceptos.
Mándala desde tus santos cielos
y desde tu trono de gloria envíala
para que me asista en mis trabajos
y venga yo a saber lo que te es grato.
Ella que todo lo sabe y lo comprende,
me guiará prudentemente en mis empresas
y me protegerá con su prestigio;
así aceptarás mis obras,
juzgaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.
Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios?
¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Los pensamientos de los mortales son mezquinos
y nuestros razonamientos son falibles,
porque el cuerpo mortal es lastre del alma
y la tienda terrestre abruma la mente pensativa.
Apenas adivinamos lo terrestre
y con trabajo encontramos lo que está a mano;
pues ¿quién rastreará las cosas del cielo?
¿Quién conocerá tu designio
si tú no le das la sabiduría
enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres,
los humanos aprendieron lo que te agrada
y la sabiduría los salvó. Amén


Mortificación universal

“Luego llamó no solamente a sus discípulos, sino a toda la gente, y les dijo: ‘si alguno quiere seguirme que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues quien quiera asegurar su vida la perderá; y quien sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, se salvará”.

Montfort, una renuncia con sentido…

Para Montfort, Dios tiene su Sabiduría, y ésta es la única verdadera y digna de ser amada y buscada, pero también el mundo tiene la suya, y a esta debemos condenarla y detestarla como malvada y perversa
[25]. La mortificación emerge entonces como el camino para oponerse y luchar contra esta sabiduría del mundo.

Esta sabiduría mundana se puede entender como, “una perfecta armonía con las máximas y modas del mundo; una tendencia continua a la grandeza y a la estimación; en la búsqueda constante y solapada de los propios caprichos e intereses”
[26], por lo cual montfort va a hablar del triple aspecto de la sabiduría mundana: sabiduría terrena, como amor a los bienes de la tierra, sabiduría carnal como amor al placer, y diabólica en cuanto el amor y la estima a los honores.

Sin embargo, en la actualidad, para los seguidores de Jesús Sabiduría, el tema de la mortificación, propuesto y vivido por Montfort, pero también por el mismo Jesús y, los ascetas, los místicos, los santos, etc., como camino de desprendimiento y purificación de los propios bienes, deseos, emociones, parece naufragar en el mar del sinsentido. Pues si el mundo de hoy promueve la gratificación, el placer, el bienestar, el ser humano no quiere privarse de estos bienes aparentes, por el contrario busca obtenerlos.

En Montfort podemos descubrir un asceta radical. Desde su infancia y sus años de seminario deja entrever una fuerte tendencia a imponerse por él mismo renuncias y sacrificios, para aniquilar sus propias pasiones, sus deseos, sus necesidades, y agradar a Dios. Sin embargo en esta etapa, la obediencia a los superiores lo mantenía en la prudencia frente a sus tendencias ascéticas. Ordenado sacerdote, y habiendo emprendido su aventura misionera, asume una vida de pobreza, de renuncia, de mortificación y soledad, que es posible entender cuando lo vemos radicalmente abandonado a los cuidados de la providencia. En una carta a su tío Alan Robert, le dice, “pide a Dios que me dejen en paz como a los muertos en la tumba o al caracol en su concha. Pues, mientras se queda escondido en ella, parece algo. Pero en cuanto sale, es todo inmundicia y fealdad. Eso soy yo, y aún peor, pues echo a perder cualquier empresa en cuanto intervengo en ella”
[27].


Consciente Montfort que la Verdadera Sabiduría no corre a habitar en una persona movida solamente por sus pasiones, orientada por sus instintivos deseos de tener, poder o placer, se impone el camino de la mortificación como la mejor manera de renunciar al mundo y así mismo, para poseer la verdadera sabiduría. “No pienses que la Sabiduría -que es más pura que los rayos del sol- vaya a entrar en un alma y un cuerpo manchados por los placeres de los sentidos, Ni te imagines que conceda descanso y paz inefables a quienes aman la compañía y vanidades del mundo”
[28].


Itinerario a seguir…
Renunciar efectivamente al mundo…

Dice Jesús en su Evangelio: “nadie puede servir a Dios y al dinero”. Los bienes siendo necesarios, cuando ocupan el corazón, desplazan la centralidad de Dios en la persona. Renunciar a los bienes, y aquellos que son necesarios desligar de ellos el corazón.

¿En mi familia que importancia tiene el adquirir bienes y conservarlos?
¿Y en mí, qué importancia le doy a los bienes?
¿Es fuerte en mí el deseo de poseer? ¿Cómo ha sido la historia y la evolución de este deseo?
¿envidio a quienes poseen?
¿si tuviera mucho dinero, compraría muchas cosas para mí? ¿qué haría?
¿qué hago cuando poseo dinero, así sea poco?
¿qué me gusta comprar?
¿El tener cosas le da sentido a mi vida?
¿Cómo puedo empezar a desprenderme? ¿qué puedo hacer?

Romper con el mundo… y su sabiduría.

El mundo se encuentra inundado de corrientes y de propuestas contrarias al Evangelio, contrarias a la Sabiduría de Dios. La búsqueda de la Sabiduría exige, entrar en contraposición con este mundo de propuestas que alienen, corrompen y destruyen al ser humano, pues lo ponen en contravía de Dios. Se hace entonces necesario descubrir y tomar conciencia de este mundo que nos habita…

¿Sigo las modas del mundo actual?
¿Me preocupo por estar in o comprar lo último que salió al mercado, así no me sea necesario cambiar aquello que por ahora tengo?
¿Me siento muy atrapado por la oferta tecnológica del mundo actual?
¿Mis cosas son de marca, costosas? ¿frecuento lugares elegantes, caros?
¿mis amistades se mueven en un mundo de comodidad? ¿Quiénes son mis amigos?
¿Para granjearme amigos, prefiero no desenmascararlos y mantenerme a su lado?
¿Hago pequeños sacrificios? ¿soy capaz de negarme cosas?
¿Descubro el valor de las renuncias o más bien hago parte del mundo moderno busca suprimir cualquier renuncia o dolor?
¿tengo mi corazón muy lleno de cosas o personas, que no puedo dejar entrar y morar a Dios?
¿A qué necesito renunciar ya, para abrir más espacio en mi corazón a Dios?

Optar por Dios…

Las renuncias no tienen sentido, si no buscan acercarnos de una manera auténtica a Dios: entre más libres y desprendidos, más dispuestos para dejar a Dios habitar en el corazón. ¡llenos de tantas cosas como lograremos un pequeño espacio para Dios!. El horizonte entonces de cualquier sacrificio, y esto debe ser totalmente claro, debe ser el mismo Dios; si logramos comprender esto el camino lo haremos apresuradamente. La mortificación no es otra cosa que vaciarse, desprenderse de sí mismo para permitir que Dios realice su obra.


Verdadera y tierna devoción a María

“Aquí tienes el mejor medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría: Una tierna y verdadera devoción a la santísima vírgen”
[29]


1. Grandeza de María.
María es Madre de la Sabiduría. Jesús es fruto de sus entrañas, y quien desee a Jesús debe poseer “el árbol” que lo produce.
María es señora de la Sabiduría. En la encarnación el mismo Dios se ha sometido a María, su tierna madre.
María es el trono regio de la sabiduría eterna. En María se manifiesta la Sabiduría: “manifiesta sus grandezas, ostenta sus tesoros y encuentra sus delicias”… María es santuario donde encontramos la divinidad.
María es el imán sagrado. Atrae la Sabiduría donde quiera que se encuentre.
María es el medio más seguro, más fácil, corto y santo.

Si nosotros obtenemos el amor de María, pronto hallamos la sabiduría.


2. La verdadera devoción

“consiste en un gran aprecio de sus grandezas, en un reconocimiento sincero de sus beneficios, en un celo inmenso por su gloria, en una invocación continua de su ayuda, en una total dependencia de su autoridad, en una firme y tierna confianza en su bondad maternal”
[30].
La verdadera devoción es interior, tierna, constante, y santa.
“Consagrarte totalmente a ella – y a Jesucristo por medio de ella - en calidad de esclavo, haciéndole entrega total y perpetua del propio cuerpo, alma, bienes interiores y exteriores…”
[31].


3. Consagración total

En el mundo de hoy, por un lado con la fuerte tendencia a la secularización, y del otro, la superficialidad en la vivencia del compromiso cristiano, la consagración, sin duda, es un camino muy claro y profundo para llegar a ser mejores cristianos, pues de ella se puede decir que es la perfecta renovación de los compromisos bautismales.

“Si por María vino Jesucristo al mundo,
Por medio de ella debe reinar en el mundo”.

notas

[1] Montfort. Obras completas. En Verdadera Devoción. Nº 61
[2] Montfort. Op. cit. ASE. Nº 65
[3] Ibíd. Nº 66
[4] Ibíd. Nº 70
[5] Ibíd. Nº 117
[6] Ibíd. Nº 154
[7] Ibíd. Nº 186
[8] Ibíd. Cfr. Nos. 90-103
[9] Textos tomados de “ser hombre de deseos”. Olivie Maire
[10] Cfr. Montfort. Obras completas. ASE Nº 30
[11] Mt
[12] Montfort, obras completas, carta 6.
[13] Ibíd. TVD Nº 184
[14] Ibíd. Nº 99
[15] Cfr. Ibíd. Nos. 185-188
[16] Cfr. Ibíd. La Compañía de María. Nos. 28-30
[17] Ibid. TVD. N.196
[18] Ibid. La Compañía de María, N. 60.
[19] Ibid. Regla primitiva de l Sabiduría, N. 134, 2. 138, 4.
[20] Ibíd. ASE. Nº 193
[21] Henri Nouwen. Tres etapas de la vida espiritual: un proceso de Búsqueda. Pp. 122
[22] Shariton (ed). Tha Arto f prayers, London, Faber and Faber. 1996.
[23] Juan Pablo II. Redemptoris Missio, 91
[24] Cead. Gustavo Gutiérrez habla de la V conferencia.
[25] Montfort, obras completas. ASE pg 191, N. 74
[26] Ibíd. ASE N. 75
[27] Ibid. Carta N. 4
[28] Ibíd. ASE, N. 195
[29] Montfort. Obras completas. ASE 203
[30] Ibíd. ASE 215
[31] Ibíd. ASE 218

talleres

Medios para adquirir y conservar la Sabiduría

Deseo Ardiente

¿Qué deseos me habitan?

¿Qué desea Dios?


Oración Continua

¿Cómo es mi oración diaria?
¿Qué le aporta a mi vida la oración?

Mortificación universal

¿ En qué se manifiesta la sabiduría del mundo en mí ?
¿ Cómo se manifiesta la Sabiduría de Dios en mí ?

Verdadera y tierna devoción a la santísima virgen María

¿Cómo vivo mi experiencia de María en un día ?
¿ Qué aporta a mi vida la experiencia mariana ?
¿Soy conciente que como montfortiano el eje de mi vida es buscar la Sabiduría, Jesucristo, y vivir en él? ¿Cómo se manifiesta esto en el diario vivir?
¿Los medios han sido en mi experiencia, verdaderamente un itinerario que he utilizado para buscar la Sabiduría?

Curso para Formadores de América latina y el caribe - CUPAFAL
ITINERARIO para adquirir y conservar la Sabiduría, Jesucristo.
Edmer Iván Salgado G.

JESUCRISTO SABIDURIA.
“Dios no nos ha dado otro fundamento de salvación, perfección y gloria que Jesucristo. Todo edificio que no este construido sobre esta roca firme, se apoya en arena movediza. Quien no esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, caerá, se secará, y lo echarán al fuego” TVD 61. Por estos motivos, la vida cristiana, y por lo mismo, la vida montfortiana, es un itinerario de búsqueda de la Sabiduría, asumiendo las renuncias, exigencias y consecuencias que este itinerario plantea.

El p. de Montfort, que sabe de nuestra incapacidad para hacer camino solos, que sabe de nuestras inconstancias y, habiendo él mismo emprendido el camino hacia la sabiduría, nos propone entonces los medios para adquirir y conservar la Sabiduría Eterna y Encarnada.

A continuación encuentras los medios, una pequeña exhortación del padre Montfort sobre cada medio, y unas preguntas orientadoras. Al final te ofrecemos la oración para pedir la Sabiduría. Te invitamos a emprender esta apasionante itinerario hacia la felicidad que la sabiduría te ofrece y abandonado en la fe a la palabra del Señor: “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, y llamen y se les abrirá” Mt 7, 7.

La propuesta es que hagas tu examen o relectura diaria en tu oración de la tarde, o antes de irte a la cama. La meta de este examen es desarrollar un corazón que a los largo del día viva en discernimiento y acierte en las opciones que hace, de modo que camine hacia el encuentro con la verdadera Sabiduría. Vas a hacerlo entonces, desde los medios que montfort propone para alcanzar y conservar la sabiduría.


Deseo Ardiente
“¿Qué esperan para abrir los ojos y los corazones a la divina Sabiduría, que es la más deseable de todas las realidades, que para ganarse el corazón de los seres humanos revela su propio origen, manifiesta su belleza, ostenta sus tesoros y atestigua de mil maneras sus anhelos de que la deseen y busquen?” ASE 181

¿Qué deseos se han hecho presentes en mi hoy?
¿Qué deseó Dios hoy de mi?


Oración Continua
“Cuanto mayor es un don de Dios, tanto más difícil es alcanzarlo. ¿cuántas plegarias y trabajos no implicará entonces el don de la Sabiduría, que es el mayor de todos los dones de Dios” ASE 184

¿ Cómo viví hoy la oración ?
¿Qué me reveló Dios en la oración?

Mortificación universal
“La sabiduría, ella misma, va de un lado a otro buscando a los que la merecen (Sab 6, 16). Busca, porque el número de estos es tan reducido, que encuentra a muy pocos bastante desapegados del mundo, suficientemente interiores y mortificados, y por lo tanto, dignos de ella: de su persona, de sus tesoros y de su amistad” ASE 195.

¿ En qué se manifiestó la sabiduría del mundo en mí hoy ?
¿ Cómo se manifiestó la Sabiduría de Dios en mí hoy ?


Verdadera y tierna devoción a la santísima virgen María
“La más perfecta y útil de todas las devociones a la santísima virgen es la de consagrarte totalmente a ella –y a Jesucristo por medio de ella - en calidad de esclavo, haciéndole entrega total y perpetua del propio cuerpo, alma, bienes interiores y exteriores…” ASE 219.
“Todo se resume en obrar siempre: por María, con María, en María y para María, a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo” TVD 257.

¿Cómo experimenté hoy la presencia de María?
¿ Qué virtudes de María asumí hoy?

Oración para pedir la Sabiduría.
En el acompañamiento se va revisando la constancia, profundidad, crecimiento, etc.